Cuando hablamos de edema óseo, nos referimos a un proceso inflamatorio en el hueso, más concretamente en su capa más interna. El hueso posee una capa más externa denominada “cortical” formada por hueso duro y compacto, y otra más interna formada por hueso esponjoso o trabecular, dónde se encuentra la médula ósea y dónde comúnmente se produce el edema óseo. Se trata por tanto de un acumulo de líquido y/o sangrado en esta zona tras un proceso inflamatorio, que se da como una respuesta del organismo para paliar una agresión sufrida por el hueso, es por ello que en muchos casos este proceso inflamatorio se asocia a fracturas trabeculares, es decir, fracturas en el interior del hueso, que son diferentes a las fracturas de la capa más externa o corticales. Estas últimas son las que normalmente vemos en radiografías, las fracturas trabeculares y el edema óseo solo se confirman con resonancia magnética (RMN).
SINTOMATOLOGÍA
Podemos sospechar que poseemos un edema óseo cuando, tras sufrir una lesión de origen traumático o lesiones degenerativas, encontramos un dolor focalizado en la zona afecta que aparece cuando realizamos actividad física, especialmente en actividades con cargas o impactos sobre el miembro afecto, y que desaparece y mejora con el reposo. En ocasiones este dolor puede generar una incapacidad funcional para realizar la actividad física en cuestión o incluso en casos más agudos del proceso, incapacitarnos para actividades de la vida diaria como subir y bajar escaleras. La prueba indicada para el diagnóstico de esta patología es una imagen de resonancia magnética (RMN).
CAUSAS DEL EDEMA ÓSEO
Traumatismos directos, lesiones de partes blandas adyacentes (tracciones generadas por ligamentos o tendones), fracturas, lesiones degenerativas subcondrales o de cartílago, microtraumatismos causados por acciones de impacto repetitivas como correr, saltar y aterrizar, golpear… y otras enfermedades de origen metabólico, inflamatorio o infeccioso
TRATAMIENTO
El objetivo del tratamiento desde la fisioterapia es reducir la cantidad de líquido acumulado en el hueso mediante la reabsorción de este por parte del organismo. El tiempo de reabsorción y la evolución del proceso depende en gran medida de muchos factores, como la extensión y el origen de dicho edema, contexto personal, tiempo de evolución… Normalmente varía desde 6 semanas hasta los 8-12 meses. La importancia de tratar a tiempo un edema óseo es muy grande pues podría derivar en lesiones mayores como fracturas, necrosis ósea, patologías articulares, etc.…
Una de las claves del tratamiento de fisioterapia será aumentar la vascularización y el trofismo celular para buscar, mediante esta llegada de sangre y células reparadoras, la reabsorción del líquido extravasado. Todo esto podemos conseguirlo mediante el uso de magnetoterapia y/o diatermia/tecarterapia así como estímulos específicos mediante ejercicio terapéutico. Combinar técnicas de electroterapia e invasivas (Electrolisis percutánea intratisular o neuromodulación percutánea) pueden ayudarnos para buscar una mejora sintomática del dolor.
El reposo es otra de las claves, y en ocasiones se recomienda el uso de muletas para la descarga del hueso afectado. Otro de los objetivos, por tanto, será mantener los niveles de fuerza y la movilidad de la articulación involucrada, centrándonos para esto en un buen trabajo activo mediante pautas de ejercicio terapéutico que sean capaz de mantener la calidad de la articulación y musculatura sin repercutir negativamente en la evolución del proceso.
En casos de edema óseo de localización intraarticular, el tratamiento con PRP (plasma rico en plaquetas) es una opción terapéutica muy eficaz, que sumada al resto de técnicas consigue un aumento considerable el porcentaje de éxito en el tratamiento.